Galicia Hoxe. Gustavo Duch. 30 de marzo de 2011  Javier sabía todo sobre los pájaros. De lejos, un puntito en el viento  era un halcón cortejando a una halcona. Un sonido en el bosque, como  cuando una rama se quiebra, eran dos chochines jugando al tú la llevas.  Cuando culminaba una cima catalana, Javier sacaba de su mochila una  flauta y con sus notas tocaba cuentos de cóndores sudamericanos a los  pájaros de allí. Cuando subió los Andes, a los pájaros autóctonos les  habló del Oriol y elPitroig de los Pirineos. Y de tanto cantarles historias avícolas y  tanta mediación intercultural, aprendió su idioma.  Javier y sus sabidurías de ornitólogo daban conferencias, charlas y  talleres. Según él -cuando nadie decía eso- había que tomar en serio a  los pájaros, pues le contaban que el clima estaba cambiando, que estaba  caprichoso. Que llovía sin nubes y que los rayos del Sol abrasaban más  de lo normal. Que los aires estaban sucios, que se respiraba mal, y que  los médicos diagnosticaban muchos asmas en patos y muchas alergias en  palomas por tanta suciedad volátil de esas chimeneas. El agua de los  ríos, las garzas y los correlimos la escupían –le decían- porque sabía a  detergente y a nitratos. Y cada vez el problema inmobiliario era más  acuciante por tantos árboles talados y tantas selvas quemadas.  Cada año, en los finales del invierno, Javier era el primero en ver  llegar las golondrinas. «Cuando veas las primeras bandadas de  golondrinas- decía- tienes que revolcarte con la barriga en el suelo y  tendrás un año de fortuna y sin dolores de vientre». Y él lo hacía  siempre cada año, estuviera donde estuviera, estuviera con quien  estuviera.  Pero ese año de estaciones cambiadas las golondrinas no llegaron y  Javier no pudo retozar en la tierra, rebozarse con ella, ser parte de  ella. Y le entró una tristeza impropia. Pasó, según el calendario, la  primavera falsa. Y fue cuando llegó un verano mentiroso, que Javier y su  amada subieron tres montaña y dos colinas para observar el nacimiento  de un bebe quebrantahuesos. Y fue cuando una tormenta de nieve  imprevista y brutal los cubrió por completo. A los dos.        
Por  eso, desde entonces, si ustedes se fijan bien, verán que quien anuncia  la primavera, son siempre dos golondrinas juguetonas y felices, que  pían. -¡Vuelvan a la tierra!
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Gustavo Duch Guillot 
"Nunca dudes que un pequeño grupo de personas pueda cambiar la historia, de hecho , siempre ha sido así"
miércoles, 30 de marzo de 2011
VUELVAN A LA TIERRA
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