El sabor de los tomates
El País. Gustavo Duch. 6 de julio de 2012
Recientemente
y según informaciones publicadas en este periódico el día 3 de julio,
hemos sabido que el CSIC —con la de cosas que podría hacer— ha dedicado
esfuerzos y presupuesto a saber por qué el tomate industrial, el que
habitualmente compramos en los supermercados, no sabe a tomate. Resulta
que en los experimentos de la industria alimentaria, movidas por el
empeño de conseguir variedades de hortalizas uniformes y bonitas, un gen
que no controlaban se alteró y ¡anda! nos quedamos sin sabor a tomate.
Pero lo peor no es tal derroche, ni el reduccionismo de algo tan
maravillosamente complejo, sino que andan entusiasmados con el
descubrimiento, pues “con el gen identificado en unos pocos años lo
tendremos resuelto”.
Ese
tipo de variedades insípidas y con menos valor nutricional es parte de
la destrucción de las agriculturas locales que siempre llevaron buenos
alimentos a la mesa, a la vez que generaban medios de vida a muchas
personas y aseguraba el mantenimiento de los paisajes rurales. Por eso,
por el futuro de lo rural y para que los tomates sepan a tomates, hemos
de olvidarnos de falsas moderneces y valorar las infinitas variedades
campesinas de tomates deformes y multicolores, con sabor a tomate y con
garantías de por vida.— Gustavo Duch. Revista Soberanía Alimentaria Biodiversidad y Culturas.
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