"Nunca dudes que un pequeño grupo de personas pueda cambiar la historia, de hecho , siempre ha sido así"

lunes, 20 de diciembre de 2010

SUSPIRANDO POR LA VEGA

Anoche tuve un sueño...

Estaba sobre una enorme piedra megalítica en el centro de esa hermosa llanura conocida como "La Vega de Antequera". Maravillado, contemplaba su colorido puzzle de cultivos. Pero no estaba sólo . Allí, sentado junto a mí, había un campesino de avanzada edad mordisqueando una brizna de paja con la mirada perdida en el horizonte. Yo , cuya ignorancia en la agricultura se asemeja en tamaño a mi amor por la naturaleza, no podía evitar sentirme ante aquel hombre de piel curtida, como un turista que contempla una bella estampa, a pesar de haber sido para mí un paisaje cotidiano desde la niñez.

Tenía estas impresiones , cuando tuvimos un pequeño cruce de palabras. Yo me apene al pensar que posiblemente aquel paisaje cambiaría radicalmente en poco tiempo ya que la agricultura estaba dejando de ser un asunto prioritario para los municipios. Él dijo: "los tiempos cambian".

Aquella respuesta me desconcertó y lamente que al fin y al cabo todo ello supondría un impacto en nuestro entorno natural de imprevisibles consecuencias. Él dijo : "así es el progreso".

Incomodo con su pasiva postura, esgrimí argumentos en favor de "la Tierra" y de forma vehemente acuse al ser humano de la irresponsabilidad en sus acciones al tener en cuenta sólo sus interese más inmediatos. El anciano, que aguardo inmutable que yo finalizara mi discurso, dijo serenamente:" Tengo hijos en edad adulta, que han formado sus propias familias. Progreso significa dinero. Y ellos tienen que llegar a fin de mes".

En aquel punto de mi sueño, en que aquella última frase cayó como una sentencia, la tierra comenzó a agitarse violentamente. Asustado, presencie como de la tierra brotaban naves industriales, edificios, chimeneas...Unas máquinas feroces surgidas de la nada comenzaron a rasgar y perforar aquellas tierras de labor que habían sobrevivido al primer encuentro con el hormigón.

Aturdido por las convulsiones, me aferre a mi megalítica plataforma, cuando de repente, un sonido ensordecedor a mi espalda, me anunciaba la aproximación de un gigante metálico. Una construcción hecha por y para el hombre. Me gire, y allí estaba, a punto de embestirme, rápido y amenazador el tren del ...¿progreso?. Desperté.

Desde luego si se continua con la lógica imperante por estos lares de que crecimiento es sinónimo de bienestar, mal vamos. A la vista de ciertos proyectos* impulsados con la pública intención de una mejora socio-económica, está claro que el entorno natural va a quedar seriamente afectado. ¿Acaso no son viables otras propuestas que concilien esos intereses con la no agresión medioambiental? ¿ No es ya algo demasiado obvio la inercia destructora del progreso mal entendido?

En realidad medios y conocimientos para alcanzar una postura más sensata respecto a estos dilemas, "haberlos hailos", y más allá de las discrepancias sociopolíticas, la inercia del mercado y los intereses tanto de particulares como colectivos, ha de existir una clara conciencia de responsabilidad por parte de políticos y ciudadanos, empresarios y consumidores. En definitiva, una conciencia humanamente solidaria con "nuestra madre tierra".

No hemos de olvidar que la tecnología actual con que cuenta el hombre, le proporciona una capacidad de destrucción impensable en otros tiempos. Y por ello, el entorno tan respetado y venerado por nuestro ancestros, resulta hoy un frágil marco en el que llevar a cabo nuestra caprichosa visión del progreso. Sólo me cabe esperar que la inconsciencia no torne mi oscuro sueño en lamentable realidad y así podré aceptar honrosamente "no ser profeta en mi tierra".

Jose Manuel Aragón Espejo

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